sábado, 1 de octubre de 2011

De los ángeles o cuando las suplicas no sirven

Siempre he querido llamar a los ángeles. Necesito a uno cerca, no es mucho, sólo uno, necesito a uno en la tierra, necesito a uno que caiga y que no quiera volver. Le llamo y grito en mis pesadillas ¿no me escucha arriba en su nube? Extraño a mi ángel, ¿Dónde quedo mi ángel protector?

Caigo de rodillas y suplico al cielo protector: “Ángel de mi guarda mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”. Caigo vencido de sueño y un tanto de dolor. “Aunque espíritu invisible, se que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones y cuenta todos mis pasos.”

No escucho nada y prefiero no ver los que pasa. “En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.” Cúbreme con tu cuerpo celestial, no permites que mi alma se la puedan llevar. El vacio me llena, me drena la vida, acaban los rezos.

Susurro por lo bajito “Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.” Vuelvo a implorar, suplico un perdón que nunca llagara, invoco a un nuevo ángel, sigue el silencio sin respuesta.

Me postro ante tu altar, mudo de miedo, ciego de ira, temeroso de tu presencia, cansado de orar. “Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.” Te sigo extrañando y me punza. ¿Acaso no hay consuelo para un Nazareno? Sácame de este abismo, las rejas me pesan, me asfixian, me horrorizan.

Intento de nuevo diciendo “Ángel santo, que velas por mi pobre alma y por mi vida, no me dejes - soy pecador - y no me desampares a causa de mis manchas. No dejes que se me acerque el mal espíritu. Y dirígeme poderoso preservando mi cuerpo mortal.” Desfallezco sin cesar, enflaquezco la voluntad, me rindo sin control. ¿Qué caso tiene el suplicar? Otra vez me duele la cabeza, me angustia que siga la pena, me aterra tu ausencia.

“Toma mi mano débil y condúceme por el camino de la salvación.”

Tomo mi rosario, una cuenta y otra más, eslabones que se pierden en el azar. Necesito uno cerca, solo uno. De repente algo tiene sentido, parecería haber belleza en la desesperanza de la razón. Tal vez algo de fe, será que es todo por lo que tengo que vivir. Triste mortal, nefando humano impertinente, sólo en tu mente. Grey perdida, el arrepentimiento no vive sin pecado. La contrición no se da en petición.

Y al final con la certeza de que Dios no se olvida de esta iglesia que dejo atrás por algún motivo que solo los cielos en el momento de la revelación nos darán su respuesta termino diciendo: “En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.”

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