domingo, 16 de octubre de 2011

De las velas o la fe envuelta en cera

Desde que tengo uso de razón, el olor de la cera ha sido parte de mi vida. Velas para las animas, velas para el pastel de cumpleaños, velas para el bautizo, velas para la primera comunión, velas para alumbrarnos cuando se va la luz eléctrica, velas para los difuntos, velas para los quince años, velas aromáticas para el baño, velas para los que piden posada, velas para una cena romántica, velas para el casamiento, velas para cantar los villancicos, velas para peticiones, velas para prácticamente todos y cada uno de los momentos tanto de festividad como de duelo.

Y después de todo, las velas han de ser un buen negocio.

Nuestra fascinación por el fuego, con la mezcla de religión y otro tanto de paganismo, nos ha hecho, en muchas ocasiones hacer extraviar nuestra fe y nuestras creencias básicas. Le hemos dado un significado especial al color de las velas, a la forma caprichosa de la llama, si la vela no se puede prender, si el pabilo se parte en dos, se la punta es brillante, si la vela llora mucho, si quedan restos de vela, se la vela se apaga, si se quema perfectamente, si quedan restos de vela, cuando y donde hay que prender una vela, en fin toda una serie de conceptos inútiles.

La verdad los elaboradores de velas, no piensan en tantas cosas, piensan en cómo vender más y ya. Aprovechándose de las esperanzas y sueños de los creyentes. La vela a la hora de arder no tiene conciencia de lo que pasa, por lo menos ninguna vela a redactado todo un manual de cómo se deben de usar. Además quien quiere morir quemado para satisfacer la fe de otros.

La fe nos es tan complicada, una sencilla vela blanca es más que suficiente para expresar nuestros deseos, angustias, ganas, esperanzas, ambiciones, zozobras, agradecimientos. Una sencilla luz nos ha de iluminar nuestro camino.

Que mas representación quieren de nuestra fe cuando el cuerpo de la vela representa el cuerpo humano, el pabilo se refiere a la mente y la llama al espíritu; apuntado la flama siempre a los cielos. No es necesario ningún accesorio más, que importa si vuele a rosas o a manzana con canela, si es verde o azul, si la vela es redonda o cuadrada.

Al final Dios no se va a fijar de qué color y aroma fueron las velas que prendiste, lo único que le va a importar es la fe con la que las encendiste.

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