sábado, 15 de octubre de 2011

De envejecer juntos o hasta que la muerte nos separe

El sacerdote invita a la pareja a que se declaren su consentimiento:

“Como es su intención entrar en el matrimonio, unan sus manos derechas y declaren su consentimiento ante Dios y ante la Iglesia.”

Ellos unen sus manos.

El novio dice:

Yo, “N”, te toma a ti, “N”, como mi esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.

La Novia dice:

Yo, “N”, te toma a ti, “N”, como mi esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Y todavía hay quien dice al final del consentimiento, “Hasta que la muerte nos separe”. No basta con prometer fidelidad, sino hasta que la muerte nos haga el favor, el compromiso no queda disuelto.

Luego de ahí sigue lo que todo invitado espera, la recepción; momento para celebrar, bailar y que las mujeres puedan criticar los vestidos de las demás. Evento simpático, donde toda la compostura se pierde, y todo por celebrar a la dichosa pareja que recién contrajo nupcias. Y que empieza la música, seguida por la víbora de la mar, el muerto, y por dios no lo hagan pero luego les da por hacer el baile del billete; está bien que buena parte de los novios queda muy endeudados, pero no es para ventanearlos de esa manera. Y que eso parece carnaval, con gorros y serpentinas, disfraces y globos, y para rematar la novia le da por cantar con sus amigas, alguna canción que al final ni se les entiende porque ya están tan borrachas de tanto festejar. Seguido por una tanda de canciones de Timbiriche o de Menudo, ya no las pueden ni bailar, pero le echan muchas ganas.

Después de tal evento, viene la calma de la primera noche de bodas, donde bajo la tradición romana, hay que consumar el matrimonio, y que surta efecto legal la epístola de Melchor Ocampo.

Varios escenarios son posibles ya en la intimidad del lecho nupcial, yo solamente les platico dos casos:

Ya en el hotel, el novio lleno de ardiente pasión por su recién esposa y próxima compañera de alcoba, le pregunta a su mujercita un tanto temeroso de la respuesta:

-¿Eres virgen?

-¿Eres Jesucristo?

-¡Noooo!

-Entonces, ¿vinimos a fornicar o a rezar?

O lo que le pasó a mi compadre, joven lleno en los artes de los amoríos carnales, que contrajo maridaje con fémina inexperta en eso de la concupiscencia.

La recepción había terminado y los novios se habían escapado para una cabaña en un resort cercano. Luego de beber champaña, el novio se retira al dormitorio, con las perversas intenciones que todo hombre con un sistema hormonal sano tiene.

Pero la novia se sienta en un sillón de la terraza y se sienta a observar las estrellas.

Al rato llega el esposo un tanto impaciente, las pastillas para eso de los amores no duran tanto; y no es que la necesitara pero él quería demostrar sus mejores actos amatorios y pregunta:

-¿No vienes a la cama?

-No, mi madre me dijo que esta iba a ser la noche más hermosa de mi vida y no me quiero perder ni un minuto. (No le entendí)

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