viernes, 14 de octubre de 2011

De la cenicienta o puros cuentos

Esta es una historia aunque un tanto rara, así sucedió. Ahora sí que nadie me lo dijo, nadie me lo conto, yo lo vi con mis propios ojos. Y aunque tiene mucha similitud con un cuento infantil muy reconocido, las coincidencias son pura casualidad. Por cuestión de privacidad, tratare de mantener discreción sobre los nombres reales de los protagonistas. De todas formas el nombre no importa, los apodos son los importantes y son lo que hacen de esta una historia más o menos real.

Torreón, Coahuila, antes famosa por su zona de tolerancia y sus burdeles, hoy famosa por otras cuestiones, pero centrémonos en aquella época donde las casas de cita y prostíbulos constituían una fuente de ingresos para el municipio.

Uno de los antros de aquellos tiempos, era conocido como “Mi Castillo”. Un lugar que se ostentaba como familiar, o por lo menos así lo decía los spots de radio. Todavía los recuerdo, y decían algo así: “Restaurant-Bar Familiar Mi Castillo con su vocalista Luis y 20 bellezas en la pista”. Siempre con luz tenue, focos rojos, la baldosa brillante del desgate de tanto baile. Al fondo la barra, no tenía nada de especial, la sínfonola sonaba según el humor de los marchantes o de la cantidad de monedas que tuvieran. A un costado una improvisada pasarela y mas improvisado el espacio donde se tocaba música.

Pero este no era un lugar cualquiera, era dirigido por una mujer que todos la conocíamos como la “Madrastra”. De formas no muy refinadas, más bien grosera, pero simple amable con la clientela. Y como en todo castillo, existía el “Príncipe”, cliente habitual del lugar, de poco dinero, pero mucho corazón. De corte torero, peinado de brillantina y bigote tipo Emilio Tuero. Sin oficio ni beneficio, pero si bueno para el danzón.

Y nos falta la heroína del cuento, una joven encargada de la limpieza del tugurio, de apodo “Cenicienta”, no por su belleza, sino porque fumaba en exceso, siempre de cigarro en mano y tiraba las cenizas por donde quiera, de ahí su apodo de la cenicienta y siempre tenía sueño.

Ya se han de imaginar que Cenicienta y el Príncipe se veían con ojos de lujuria, pero la Madrastra jamás permitió tal amor. Sus pasiones las tenían que desahogar en lo obscurito, atrás del bar, cerca de los cuartos de las Hermanastras, así le decían a las muchachas que con su vendimia de amor, explotan lo único que Dios les regalo.

Para un festejo de año nuevo, donde a todas las empleadas se les permitía asistir al baile y cobrar según lo que pudieran sin tener que cooperarle a la Madrastra. Y a ritmo de “Quinto Patio” (Luis Alcaraz/M. Molina Montes), se vieron envueltos la Cenicienta y el Príncipe en una serie de amoríos carnales que ni echándoles agua caliente se separaban. Una de las hermanastras oyendo los quejidos refunfuñones y después de haberlos visto en el mismísimo acto de fornico, fue con el chisme a la Madrastra.

Acto seguido y sin saber de dónde salió, apareció el “Dragón”, comandante de la policía local, que al no verse provisto de su sustento semanal decidió clausurar el establecimiento en cuestión. Todo aquello fue una verdadero desastre, los uniformados corrían de un lado a otro tratando de atrapar a las meretrices; los parroquianos salían despavoridos a la calle, unos vestidos, otros medio desnudos y otros tantos corriendo como pingüinos (con los pantalones en los pies). En aquel aquelarre, algo hizo arder todo la taberna. Unos dicen que fue un cigarrillo de la Cenicienta, otros dicen que el Dragón prendió el fuego a propósito, nunca se supo, pero murieron muchos.

Lo único que se quedo de todo aquello entre las cenizas fue una zapatilla de cristal, si de Cristal la compañera de Baile frecuente del Rey, padre del Príncipe, tenían la misma afición padre e hijo. Así es la vida.

De la Cenicienta y el Príncipe, cuenta la leyenda que los vieron bailando en la Borrega, otros juran que lo vieron en la Garzita. Otros tantos dicen que abrieron su propia casa de lenocinio. La verdad, ya nadie supo.

Precisamente así fue, nadie me lo dijo.

1 comentario:

  1. Mira que he leido varias versiones del cuento, lo que si es que todos terminan con: "...y vivieron felices para siempre"

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