lunes, 10 de octubre de 2011

De Chuchita o porque la bolsearon

En este hermoso país en el que me toco vivir, por algún accidente geográfico y otro tanto por los ganas de procreación de mis padres y sus malas intenciones de conformar una familia; somos muy dados a decir refranes, ya sea para salvar la situación o para excusarnos de nuestros actos.

Uno de los dichos más simpáticos para mí, es el de que “a Chuchita la bolsearon.” No recuerdo si yo en lo personal lo he utilizado, y si lo he hecho, no creo que haya estado en mis cinco sentidos o siquiera bien aplicada.

Pero ¿Quién era Chuchita? ¿Por qué la bolsearon? ¿Qué circunstancias extrañas rodean el misterio de la bolseada? ¿Dónde estaba que la bolsearon? ¿Dónde andaba para que la bolsearan? ¿Qué le quitaron? ¿De verdad le quitaron algo?

Después de mucho preguntar y tratar de averiguar, me quedo con mi propia versión de los hechos y dice algo así:

María de Jesús, como era su nombre de pila, joven doncella de la época, muy probable colonial, vivía con sus padres y hermanos en algún pueblo pintoresco donde la agricultura y la vida de campo era la existencia que se conocía. Como toda buena mujer de familia, los asuntos de los amores estaban restringidos por la edad y principalmente por las ganas y autorización de los padres.

María de Jesús, o Jesusa, o Chucha y al final Chuchita, salía como todos los días al mercado a comprar los víveres del diario, pero como toda jovenzuela guardaba un secreto en su corazón. Atrás del atrio de la iglesia de regreso del mercado, veía a escondidas a su amor; por alguna razón el nombre del susodicho se lo trago la historia. Obviamente los padres de Chuchita ni se imaginaban de tal evento, y mucho menos que el rapaz enamorado no era más que un intento de Don Juan que trataba de robarle su doncellez a Chuchita.

Chuchita, dama responsable, haciéndole caso a su madre, guardaba el dinero en un lugar escondido de la vista, pero agraciado al tacto; guardaba el dinero en una parte intima de su cuerpo que solo ella y con poco esfuerzo podía alcanzar. Si usted pensó en el sujetador, está muy bien. Pues si Chuchita guardaba su dinero entre sus pechos y el brasier. Utensilio multi-práctico femenino que no solo levante, separa, afianza y despista, y aparte también sirve como monedero.

Por alguna razón que el imaginario popular no recuerda, Chuchita vio a su enamorado antes de ir al mercado. Y en el calor de la desesperación que provoca las pasiones de los amores clandestinos y viéndose envueltos en una marea de pasiones y sudores y por demás emisiones de amores, Chuchita sede parte de su tesoro, pero nunca del todo. Ya pasado el frustrado trance concupiscente, ambos amantes se vieron en la necesidad de seguir por sus caminos y a su rutina diaria.

Chuchita al llegar al mercado y nota que la habían ¡“bolseado”!, el dinero ya no estaba donde debería de estar; no podía comprar las cosas del mandado. Con lágrimas en los ojos y llena de desesperación, corrió como loca a buscar a su amante; nunca nadie supo más de él. Llena de vergüenza y temor, Chuchita va a su hogar donde la esperaba su madre con ansias de poder cocinar. Chuchita se vio en la penosa necesidad de contarle todo lo ocurrido a su madre. Horrorizada la mamá de Chuchita por los hechos, hizo llamar al padre de la muchacha. Al llegar el señor de la labor, pregunta desconcertado que cual era la emergencia. La señora con mirada fulminante e inquisidora apunto su índice condenatoria hacia su hija y dijo entre sollozos “a Chuchita la bolsearon”.

Hay otra versión popular donde solamente le roban el monedero de la bolsa y ya, pero como que no tiene nada de interesante.

1 comentario:

  1. jajaja este me lo había saltado amor!!! ahora si llevo leído todos hasta hoy nada con que a Chuchita la bolsearon jaja

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