Con el tiempo uno va sabiendo o presenciando situaciones que a veces nos
causan risa o por lo menos así me sucede a mí, y mas cuando no se trata de uno
sino de alguien más por ejemplo un día al despertarse el marido en la mañana
del domingo, su esposa le preguntó: “¿Qué estabas soñando? Tenías una sonrisa
de oreja a oreja”. Responde el marido: “Soñé que había inventado el sexo”. “¿Y
por eso estabas tan contento?” -inquiere la señora-. “Claro que sí -contesta,
feliz, el hombre-. ¡Todo mundo tenía que pagarme regalías!”… Ah iluso mancebo
que muy probablemente ya tenía que hacer uso de pastillas mágicas para eso del
sexo o conformarse con la ilusión de un mundo pasado.
Y hablando de ilusiones o más bien de
desilusiones un buen día platicaba con un amigo ya hace unos años que con
acento de tristeza un muchacho le contaba: “Mi novia no aceptó casarse conmigo.
Me dijo que soy muy pobre, que no tengo dinero para darle la vida a que ella
está acostumbrada. Para convencerla le hablé de mi tío, que es multimillonario,
de edad muy avanzada, enfermo, lleno de achaques, y quien a falta de mujer e
hijos quizás heredaré”. “¿Y qué te dijo tu novia?” -pregunto. Contesta el
muchacho al tiempo que prorrumpía en llanto: “¡Ya no es mi novia! ¡Ahora es mi
tía!”. Por eso tengan cuidado con lo que hablan con lo que dicen o
aseguran.
Así paso con un vecino que le dije: “Debería
usted poner cortinas en su recámara-. Ayer pasé frente a su casa a eso de las 9
de la noche, y pude ver que usted y su esposa estaban haciendo el sexo
apasionadamente”. “Se engaña, vecino -responde Nosotros siempre lo hacemos con
la luz apagada. Además a esa hora ni siquiera estaba yo en mi casa”.
Y hablando de vecinos incómodos, había un viejo
que era un sujeto ruin y desconsiderado, le ordenó a su mujer: “Ponte el
abrigo. Voy a salir”. “¿Y me vas a llevar?” -preguntó ella, ilusionada. “No
-contestó el vil sujeto-. Voy a apagar la calefacción”.
La siguiente anécdota la escuche creo que un
bar: Un cazador se internó en las fragosidades de los montes, acompañado
únicamente por su guía, un fuerte indio nacido en la región. Después de varias
horas de buscar la presa comentó el cazador: “Quizás es hora ya de detenernos a
comer”. Para su sorpresa el indio puso al descubierto su atributo varonil y lo
extendió a manera de gnomon o varilla de reloj de sol. Tras ver la sombra que
aquello proyectaba en el suelo dijo el hombre sin vacilar: “Son las 13 horas 56
minutos”. El cazador, asombrado, consultó su reloj, uno de precisión que había
comprado en Suiza. En efecto: el exactísimo cronómetro marcaba la una de la tarde
con 56 minutos. Horas después dijo el cazador: “Pienso que es hora de regresar
al campamento”. De nueva cuenta el aborigen sacó la referida parte y la expuso
a los rayos del occiduo sol. Miró la sombra en el suelo y afirmó: “Son
las 6 de la tarde con 17 minutos”. Otra vez consultó su cronógrafo el discípulo
de San Huberto, y comprobó con admiración que la hora señalada por el nativo
con aquel extraño medio era la exacta. Llegó la noche. En el campamento los dos
hombres cenaron y en seguida se fueron a dormir. A medias de la noche, a la
incierta luz de la fogata, el cazador observó que el indio hacía movimientos
sospechosos. Fue a ver, y advirtió estupefacto que el hombre estaba
entreteniéndose consigo mismo. “¿Qué haces?” -le preguntó. Respondió el indio,
impertérrito: “Aquí, dándole cuerda a mi reloj”…
jajajaja buenisimo el último chiste me encantó jajaja !! y pobre señora la del abrigo ya bien motivada a salir y nada jajaj!!! te amo mi amor! muy divertida la publicación de hoy!!!
ResponderEliminarSaludos! Feliz Año Allancitus!
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