lunes, 19 de marzo de 2012

De Pito Pérez o de la vida inútil


“La vida inútil de Pito Pérez”  de José Rubén Romero es una de las novelas que refleja el vivir del pueblo Michoacano y de su alrededores a través de los ojos de un hombre sencillo de pensar, pero de profundidad inmensa del pensamiento.

Para ser sincero hace muchos años mi primer contacto con el personaje fue con la película “Las aventuras de Pito Pérez” (1956) quien al personaje principal lo interpretaba uno de los mejores cómicos del país Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo mejor conocido como “Tin Tan”, en lo personal es la mejor actuación de Tin Tan y la mejor de las tres versiones del libro que se han llevado a la pantalla.

Pero lo importante que nos dejo el autor fueron aquellas frases que se me hacen uno de los mejores legados del pensamiento y voz de muchos que no pueden hablar:

Esta primera frase la recuerdo desde la primera vez que la escuche y aun me sigue gustado y la recuerdo en mis tiempos de duda: “¿Qué favor le debo al sol por haberme calentado, si de chico fui a la escuela, si de grande fui soldado, si de casado carbón y de muerto condenado? ¿Qué favor le debo al sol por  haberme  calentado? “

En el testamento de Pito Pérez expresa su desesperanza: "¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! ¡Qué farsa más ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la Igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo. Esclavos miserables, si todavía alientan alguna esperanza, no se paren a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es subir y permanecer en lo alto, aun aplastando tu cabeza. "Si Jesús no quiso renunciar a ser Dios, ¿que puedes esperar de los hombres?... ¡Humanidad, te conozco; he sido una de tus victimas!” De niño, me robaste la escuela para que mis hermanos tuvieran profesión; de joven, me quitaste el amor, y en la edad madura, la fe y la confianza en mí mismo. ¡Hasta de mi nombre me despojaste para convertirlo en un apodo estrafalario y mezquino: Hilo Lacre!

 Y por último los dejo con algo para pensar. ¡Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo, porque no he oído jamás una palabra de compasión o de cariño! ¡Los hombres son realmente aburridos, insoportables. Cuando se dirigen a Dios, lo hacen con fórmulas escritas para cada caso: Ayúdanos, Señor, danos el pan de cada día; ¡Ten misericordia de nosotros!... Para librarse del dolor recurren a Dios, como al dentista; pero para la disipación, buscan vergonzosamente al diablo y se anegan en todas las delicias del pecado, sin que Satanás oiga alguna vez un ¡gracias, diablo mío! por el contrario, aún tiene que escuchar cómo los hombres, después del goce prohibido dan gracias a Dios por el placer que obtuvieron. Yo no sé qué Fausto agradeciera al diablo su juventud, el amor y el dinero que recibió de sus manos. El diablo habita en círculos de sombra luchando contra el odio y la envidia, ajeno a toda caricia, a todo sentimiento de ternura. El diablo no conoció calor de madre; Jesús nació de una virgen toda pureza, toda amor. El diablo pudiera odiar el mal y amar el bien, pero no es dueño de su albedrío; él fue condenado a amar el odio y a odiar el amor, y jamás romperá su destino. Jesucristo murió una sola vez, con todos los dolores humanos; el diablo padecerá, por los siglos de los siglos, sus suplicios y los que Dante le inventó. ¡Pobrecito del diablo, qué lástima le tengo...!

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