“La vida inútil
de Pito Pérez” de José Rubén Romero es
una de las novelas que refleja el vivir del pueblo Michoacano y de su
alrededores a través de los ojos de un hombre sencillo de pensar, pero de
profundidad inmensa del pensamiento.
Para ser
sincero hace muchos años mi primer contacto con el personaje fue con la película
“Las aventuras de Pito Pérez” (1956) quien al personaje principal lo
interpretaba uno de los mejores cómicos del país Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés
Castillo mejor conocido como “Tin Tan”, en lo personal es la mejor actuación de
Tin Tan y la mejor de las tres versiones del libro que se han llevado a la
pantalla.
Pero lo
importante que nos dejo el autor fueron aquellas frases que se me hacen uno de
los mejores legados del pensamiento y voz de muchos que no pueden hablar:
Esta primera
frase la recuerdo desde la primera vez que la escuche y aun me sigue gustado y
la recuerdo en mis tiempos de duda: “¿Qué favor le debo al sol por haberme
calentado, si de chico fui a la
escuela, si de grande fui soldado, si de casado carbón y de muerto
condenado? ¿Qué favor le debo al sol por haberme calentado?
“
En el testamento de Pito Pérez expresa su desesperanza: "¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! ¡Qué
farsa más ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún
mando; la Igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos
de nuestro despiadado egoísmo. Esclavos miserables, si todavía alientan alguna
esperanza, no se paren a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es subir y
permanecer en lo alto, aun aplastando tu cabeza. "Si Jesús no quiso
renunciar a ser Dios, ¿que puedes esperar de los hombres?... ¡Humanidad, te
conozco; he sido una de tus victimas!” De niño, me robaste la escuela para que
mis hermanos tuvieran profesión; de joven, me quitaste el amor, y en la edad
madura, la fe y la confianza en mí mismo. ¡Hasta de mi nombre me despojaste
para convertirlo en un apodo estrafalario y mezquino: Hilo Lacre! …
Y por último los dejo
con algo para pensar. ¡Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo, porque no he
oído jamás una palabra de compasión o de cariño! ¡Los hombres son realmente
aburridos, insoportables. Cuando se dirigen a Dios, lo hacen con fórmulas
escritas para cada caso: Ayúdanos, Señor, danos el pan de cada día; ¡Ten
misericordia de nosotros!... Para librarse del dolor recurren a Dios, como al
dentista; pero para la disipación, buscan vergonzosamente al diablo y se anegan
en todas las delicias del pecado, sin que Satanás oiga alguna vez un ¡gracias,
diablo mío! por el contrario, aún tiene que escuchar cómo los hombres, después
del goce prohibido dan gracias a Dios por el placer que obtuvieron. Yo no sé qué
Fausto agradeciera al diablo su juventud, el amor y el dinero que recibió de
sus manos. El diablo habita en círculos de sombra luchando contra el odio y la
envidia, ajeno a toda caricia, a todo sentimiento de ternura. El diablo no
conoció calor de madre; Jesús nació de una virgen toda pureza, toda amor. El
diablo pudiera odiar el mal y amar el bien, pero no es dueño de su albedrío; él
fue condenado a amar el odio y a odiar el amor, y jamás romperá su destino.
Jesucristo murió una sola vez, con todos los dolores humanos; el diablo
padecerá, por los siglos de los siglos, sus suplicios y los que Dante le
inventó. ¡Pobrecito del diablo, qué lástima le tengo...!
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