José Ingenieros dice que "no hay hombres iguales",
y los divide en tres clases, un hombre inferior, el hombre mediocre y un hombre
superior. (El hombre mediocre, 1913).
De los extremos de la clasificación no me voy a ocupar,
porque no es mi ánimo de hacerlo, pero si del hombre del en medio. Que es una
vasta población aunque no se sientan muchos de incluidos en ella.
El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación
para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que
se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se
vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no
cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable,
ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la
perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego
del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En
su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son
genios, ni héroes ni santos.
Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que
ya ha recibido por tradición (aquí se ve en parte la idea positivista de la
época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica), sin
darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree,
pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su
vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia,
intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su
existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se
ponga por encima de sí.
Éstas son algunas frases del capítulo primero del
libro:
"La inmensa masa de los hombres piensa con la
cabeza del pastor; no entendería el idioma de quien le explicara algún misterio
del universo o de la vida, la evolución eterna de todo lo conocido, la
posibilidad de perfeccionamiento humano en la continúa adaptación del hombre a
la naturaleza".
""Indiferentes" ha llamado Ribot a los
que viven sin que se advierta su existencia. La sociedad quiere y piensa por
ellos. No tienen voz sino eco"
"Nuestra vida no es digna de ser vivida sino
cuando la ennoblece algún ideal."
"Producto de la costumbre, desprovisto de
fantasía, ornado por todas las virtudes de la mediocridad, llevando una vida
honesta gracias a la moderación de sus exigencias, perezoso en sus concepciones
intelectuales, sobrellevando con paciencia conmovedora todo el fardo de
prejuicios que heredó de sus antepasados"
"El hombre mediocre es una sombra proyectada por
la sociedad"
"Sin la sombra ignoraríamos el valor de la
luz"
"Todos los enemigos de la diferenciación vienen a
serlo del progreso; es natural, por ende, que consideren la originalidad como
un defecto imperdonable".
"Pues la civilización sería inexplicable en una
raza constituida por hombres sin iniciativa".
"El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja,
no rompe, no engendra; pero, en cambio, custodia celosamente la armazón de
automatismos y prejuicios y dogmas acumulados durante siglos, defendiendo ese
capital común contra la asechanza de los inadaptables."
"Lo que ayer fue ideal contra una rutina, será
mañana rutina, a su vez, contra otro ideal".
"En todos los tiempos y lugares el que expresa su
verdad en voz alta, como la cree, lealmente, causa inquietud entre los que
viven a la sombra de intereses creados".
"La rutina es el habito de renunciar a
pensar".
José Ortega y Gasset, en su libro “La rebelión de las
masas (1929)”, analiza y describe la idea de lo que llama hombre-masa.
Según Ortega y Gasset, los elementos
principales de la estructura psicológica del
hombre-masa serían los siguientes: Una impresión nativa y radical de que la
vida es fácil, sin limitaciones trágicas. Por tanto cada individuo medio encuentra
en sí una sensación de dominio y triunfo que, le invita a afirmarse a sí mismo
tal cual es, a dar por bueno y completo su haber moral e intelectual, lo que le
lleva a cerrarse, a no escuchar y por tanto intervendrá en todo imponiendo su
vulgar opinión sin contemplaciones, según un régimen de “acción directa”. La
característica principal del hombre-masa consiste en que sintiéndose vulgar,
proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias
superiores a él.
Delante de una sola
persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí
mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo
el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse
idéntico a los demás.
Por otra parte,
cuando Ortega habla de minorías,
se refiere a aquel que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en
su persona esas exigencias superiores. Por tanto, la división de la sociedad en
hombres-masa y minorías excelentes no es una divide en clases sociales, sino en
clases de hombres.
El hombre integrante
de la masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no tiene
la más mínima curiosidad por saber más. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de
proyectos y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus
posibilidades, sus poderes, sean enormes. Según Ortega:
La vida humana, por
su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o
humilde, a un destino ilustre o que carece de importancia.
El hombre-masa tiene
varios rasgos: libre expansión de sus deseos vitales y una radical ingratitud
hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Es decir, sólo le
preocupa su bienestar y al mismo tiempo es insolidario con las causas de ese bienestar.
Uno y otro rasgo componen la psicología del niño mimado. El hombre-masa es el
niño mimado de la historia.
El hombre-masa es
incapaz de otro esfuerzo que el estrictamente impuesto como reacción a una
necesidad externa. El centro del régimen vital del hombre-masa consiste en la
aspiración a vivir sin supeditarse a moral alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario