domingo, 25 de diciembre de 2011

Del vagón del metro o de babel


No es un misterio que de vez en vez vaya a la ciudad de México por diversos motivos, el principal siempre es el mismo, visitar a mi familia. Y como todo buen provinciano, me sigue asombrando la inmensidad de esta ciudad. Millones y millones de personas fluyendo en ríos de asfalto, unos en camión, otros en taxis, otros en trolebús, y otros tantos caminado de un lado a otro sin cesar. Una ciudad que está en constante movimiento, que nunca descansa, que nunca esta callada y en silencio.

Todo un caos en perfecta sincronía.

Pero hay otro torrente de gente que fluye bajo la superficie de esta metrópolis incansable. Kilómetros y kilómetros de vías subterráneas interconectadas una con otra, galerías inmensas de un hormiguero humano que se exige el movimiento continuo de sus integrantes para no morir aplastado por la masa inconsciente.

Como toda buena concentración urbana de masivas almas, la diversidad de especímenes de la raza humana es obligatoria por definición, es imposible no ver a los distintos miembros de alguna de las tribus urbanas merodeando por su territorio. Todos son diferentes, igual que todos los demás. Un sinfín de individuos, son un sinfín de historias por contar, y esta es una de tantas.
Infinidad de veces he viajado en el sistema colectivo de transporte metro, pero esta ocasión, algo fue diferente. Fue como si hubiera muerto y estuviera en la antesala del purgatorio en espera de ser juzgado.

Recuerdo que a primera vista puede identificar a góticos, lolitas, emos, biker, darks, skates, skas, fresas, nerds, hippies, huppies, metaleros, rockeros, grunges, mods, heavys, populares, punkestos, hippoperos, raperos, regetoneros, skins, rastafaris, frikis, otukas, ñeros, y hasta uno que otro grupero  de la onda norteña, no recuerdo haber visto chuntaros ni tribales; y demás población que no puede definir. No contento con las diferentes formas de vestimenta características, también viajábamos en el mismo tren un gama impresionante de tonalidades de piel, que iba de menor o mayor concentración de pigmentación, todo un arcoíris epidermal.

Había varios extranjeros que no puede identificar su habla, indígenas mexicanos que por momentos hablaban náhuatl y otros algo que parecía maya pero no estoy seguro. Todos emitiendo algún tipo de ruido que salía por sus bocas, pero no puede entender ninguna conservación; muchos sabia que decían algo en español, entendía las palabras, pero no entendía sus significantes. Mi única conexión con el mundo conocido era los letreros que anunciaban las distintas parabas del metro o los anuncios publicitarios.

Por un momento me quede mudo ante un mundo lleno de ruido. Salí despavorido del andén y busque el refugio del exterior solo para entrar en la dimensión desconocida; sin saber cómo termine rodeado de pachucos, cholos, chundos, chichinflas y malafachas.  Sentí alivio en mi corazón, pero lo menos a ellos si les entendía.

Felices Fiestas

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