Ya
me estoy volviendo viejo, las cosas que han cambiando y yo como fósil de museo de antropología de en
su aparador, veo la vida que pasa y no puedo poner fin, ni siquiera puedo poner
pausa al andar del tiempo. No es de “paren el mundo que me quiero bajar”, no
existe tal cosa, odre hacer en paréntesis, voltear a mi alrededor y ver que
algo está pasando. Pero jamás podre detener el tiempo, ni con las cremas
mágicas para el rostro que venden en los infomerciales de la televisión de
noche.
Pero
esta ocasión no me voy a referir a mi o a mis vivencias, aunque mi pensamiento
sea el punto de partida, hoy voy hacer un espacio para derrumbar mi ego y ver
por la gente pequeña, o niños, o peques, infantes, lepes, escuincles, chamacos,
mocosos, chiquillos, como les quieran decir, el hecho no va a cambiar.
¿Cómo
preparar a un niño para enfrentar problemas que no existen y darle una solución
que todavía no se han inventado? No tengo ni la más mínima ni remota idea de
cómo lograr tal tarea. El mundo cambia demasiado rápido, de un teléfono fijo,
pase por teléfonos inalámbricos, a telefónica celular hasta llegar a los
teléfonos inteligentes en un tiempo record. Vi como del disco de acetato se
murió, pasando por el 8-track, los casetes, el laser disc, el mini disc, el
disco compacto, hasta los nuevos aparatos que pueden almacenar días enteros de
música en un espacio reducido.
Nunca
nos preparamos para tales cambios, de los juego de video con monitos de caras
cuadras a convertirse la persona en el control del video juego, ya sin cables,
solo con el movimiento mismo. La tecnología creció, pero al mismo ritmo
crecieron los problemas junto con la tecnificación de la sociedad.
¿Qué
hoy hacer el día que se me pare de frente un hijo, que aun no tengo, o uno de
mis sobrinos, que si los tengo y me pidan un consejo? Supongo que tendré que
apelar a mi buen juicio, pero mi buen juicio no es tan bueno, ya me ha fallado
en el pasado con resultados catastróficos. No soy muy bueno para dar consejos,
de hecho tampoco fui muy bueno para seguirlos.
Mandamos
a nuestras criaturas a un mundo lleno de peligros, que nunca imaginamos de
niños, ni tampoco nuestros padres nos pudieron preparar para enfrentar
situaciones que ellos tampoco tenían idea que podían pasar. Los mandamos al
mundo real con las mismas armas que nos dieron: principios, valores, más o
menos fuertes, pero siempre con la confianza de haber hecho el mejor trabajo
posible.
Es
inevitable, van a crecer, y se van a caer y tendrán que levantarse solos o con
ayuda, pero al final ellos van a tener que levantar la cara para mirar el sol.
Va ser inevitable que alguien no les parta el corazón en mil pedazos y que les
prometan un mundo mejor y nunca les cumpla. Va ser inevitable que pasen por
todo lo que nosotros pasamos y algo más.
No
puedo poner a nadie en una caja de cristal aislado del mundo real para que ni
un rayo de luz los toque y pueda dañar su piel. Más seria el martirio que el
beneficio. Lo único que tengo por certeza, es que estaré ahí como un espectador
mudo, siempre al pendiente de la obra, para reír, para llorar, para gritar o
para aplaudir al término de cada acto, tal vez alguna veces será director de
escena, otras tras bambalinas, pero nunca guionista, seré todo para lo que me requieran,
hasta que por fin baje el telón de mi teatro.
Que linda publicación mi vida!!! Yo quiero seguir actuando y siendo espectadora en esta obra tan maravillosa que es la vida!! Te amo!!!
ResponderEliminar