jueves, 23 de agosto de 2012

De mis ganas o falta de fuerza


No quiero que llegue el sábado en la noche, debería de ser una noche como todas otras y de hecho lo único que puede tener de especial es que estamos invitados a una celebración o enlace matrimonial. Siendo muy sincero no conozco a los felices novios, no son amigos míos. Ya hace buen rato que a mí no me invitan a bodas, me participan tal vez de funerales o de fiestas de otro tipo, pero la mayoría de mi generación si es que se casa, ya es segundas o terceras nupcias.

Yo voy a las bodas más en carácter de chambelán. Y como todo acompañante, se espera de mí que cumpla con mis obligaciones como tal, que si bien usualmente llevo cabalmente mi labor como tal, ahora las  cosas son distintas.

Para poder cumplir con el ritual de las festividades nupciales hay que pasar por una serie de eventos que pueden ir de lo más simple, a lo bobo, a lo absurdo y muchas veces a lo innecesario. Cosas como el brindis, el corte del pastel, lanzar el ramo, lazar la liga, bailar la víbora de la mar, aventar al muerto, el primer baile, el baile del billete, palabras del papá de la novia, y no sé qué tantas cosas más que al final son un bonito recuerdo y un gasto mas para el que lleva la carga económica del festín. Hasta que por fin llega la parte de la cena o comida, que es algo muy esperado por varios y finalmente llega lo que hoy puede ser mi pesadilla, el baile. 

Me da miedo ir a bailar, puedo dar una serie de pasos sin necesidad de apoyo, pero no sé si puedo ser capaz de sostenerme lo suficiente como para poder danzar. ¿Y si me caigo en medio de la pista? ¿Si flaquean las piernas y no soy capaz de mantenerme en pie? De vez en cuando como efecto secundario de la medicina me da vértigo y me mareo y a veces, solo a veces devuelvo el estomago.

Les confieso, acérquense un poco, a Flavia le gusta bailar y son muy pocos los espacios que tenemos para poder hacerlo. Me gusta bailar con ella, siempre se ríe mucho; aunque ya pasaron mis mejores días de bailarín, el ver sus ojos llenos de vida y libres cuando se desplaza por la pista, es algo por lo que me llena de alegría y me motiva a mover un pie tras otro, sin ton ni son, pero con muchas ganas. Aunque de vez en cuando la abrazo en cualquier lugar y simulo bailar con ella sin música, hacerlo con música en vivo es mucho mejor.

No podría dejarla sentada, no tendría corazón para tal bajeza. Además siempre es motivo de orgullo pasearme de la mano con una mujer bonita y más que siempre en las bodas se esmera tanto en su vestido, en su peinado y maquillaje. Yo se que lo hace en buena parte por mí, sabe lo tanto que me agrada verla toda arreglada y radiante. Siempre tan bonita. Y sé que cada boda a la que vamos y desfilamos por la pista, es un ensayo de lo que podría ser nuestro primer vals.

Son muchas mis ganas y mis motivaciones, pero no voy a poder. Sé que al final no va me ir tan bien, caminar 50 metros sin descansar ya es para mí una proeza. Hare lo que pueda, y lo que sé que voy a poder es tomarla de la mano para que ahora ella sea quien me lleve al centro de la pista; la  voy a abrazar y me voy a aferrar a ella, la dejaré por esta vez que ella guie mis pasos. Tendrá que ser Flavia por esta ocasión, no solo mi apoyo moral, sino que también será mi apoyo al bailar. 

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