No quiero que llegue el sábado en la
noche, debería de ser una noche como todas otras y de hecho lo único que puede
tener de especial es que estamos invitados a una celebración o enlace
matrimonial. Siendo muy sincero no conozco a los felices novios, no son amigos
míos. Ya hace buen rato que a mí no me invitan a bodas, me participan tal vez
de funerales o de fiestas de otro tipo, pero la mayoría de mi generación si es
que se casa, ya es segundas o terceras nupcias.
Yo voy a las bodas más en carácter de
chambelán. Y como todo acompañante, se espera de mí que cumpla con mis
obligaciones como tal, que si bien usualmente llevo cabalmente mi labor como
tal, ahora las cosas son distintas.
Para poder cumplir con el ritual de
las festividades nupciales hay que pasar por una serie de eventos que pueden ir
de lo más simple, a lo bobo, a lo absurdo y muchas veces a lo innecesario.
Cosas como el brindis, el corte del pastel, lanzar el ramo, lazar la liga,
bailar la víbora de la mar, aventar al muerto, el primer baile, el baile del
billete, palabras del papá de la novia, y no sé qué tantas cosas más que al
final son un bonito recuerdo y un gasto mas para el que lleva la carga
económica del festín. Hasta que por fin llega la parte de la cena o comida, que
es algo muy esperado por varios y finalmente llega lo que hoy puede ser mi
pesadilla, el baile.
Me da miedo ir a bailar, puedo dar una
serie de pasos sin necesidad de apoyo, pero no sé si puedo ser capaz de
sostenerme lo suficiente como para poder danzar. ¿Y si me caigo en medio de la
pista? ¿Si flaquean las piernas y no soy capaz de mantenerme en pie? De vez en
cuando como efecto secundario de la medicina me da vértigo y me mareo y a
veces, solo a veces devuelvo el estomago.
Les confieso, acérquense un poco, a
Flavia le gusta bailar y son muy pocos los espacios que tenemos para poder
hacerlo. Me gusta bailar con ella, siempre se ríe mucho; aunque ya pasaron mis
mejores días de bailarín, el ver sus ojos llenos de vida y libres cuando se
desplaza por la pista, es algo por lo que me llena de alegría y me motiva a
mover un pie tras otro, sin ton ni son, pero con muchas ganas. Aunque de vez en
cuando la abrazo en cualquier lugar y simulo bailar con ella sin música,
hacerlo con música en vivo es mucho mejor.
No podría dejarla sentada, no tendría
corazón para tal bajeza. Además siempre es motivo de orgullo pasearme de la
mano con una mujer bonita y más que siempre en las bodas se esmera tanto en su
vestido, en su peinado y maquillaje. Yo se que lo hace en buena parte por mí,
sabe lo tanto que me agrada verla toda arreglada y radiante. Siempre tan
bonita. Y sé que cada boda a la que vamos y desfilamos por la pista, es un
ensayo de lo que podría ser nuestro primer vals.
Son muchas mis ganas y mis
motivaciones, pero no voy a poder. Sé que al final no va me ir tan bien,
caminar 50 metros sin descansar ya es para mí una proeza. Hare lo que pueda, y
lo que sé que voy a poder es tomarla de la mano para que ahora ella sea quien
me lleve al centro de la pista; la voy a
abrazar y me voy a aferrar a ella, la dejaré por esta vez que ella guie mis
pasos. Tendrá que ser Flavia por esta ocasión, no solo mi apoyo moral, sino que
también será mi apoyo al bailar.
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