En estos tiempos donde la modernidad exige rapidez, la comida rápida es
parte de nuestra vida y de nuestras costumbres y muchas veces de nuestras
enfermedades. Aunque desde la antigua Roma ya existían puestos callejeros donde
se podía obtener panes planos con olivas o en el Medio Oriente faláfel; esta
era comida que se degustaba de pie sobre alguna banqueta de cierta calle
concurrida.
Una de
las características más importantes de la comida rápida es la homogeneidad de
los establecimientos donde se sirve, así como la ausencia de camareros que
sirvan en mesa, y el hecho de que la comida se sirva sin cubiertos.
Comer fast
food es un acto de barbarie culinaria, es como dar de comer a una jauría hambrienta
de animales; cumple con el instinto básico de deglutir y tragar sin más
complicaciones, sin tomar en cuenta ni aromas, ni texturas, ni composición, ni
nada que tenga que ver con el proceso y el arte de comer. Es un vil acto de satisfacción
de las más primigenias necesidades. El comer rápido es nada mas eso comer
solamente para no pasar hambre.
Todo lo
contrario al movimiento de “Slow Food”,
que es un movimiento internacional nacido en Italia que se contrapone a
la estandarización del gusto y promueve la difusión de una nueva filosofía del
gusto que combina placer y conocimiento. La idea es salvaguardar las tradiciones
gastronómicas regionales, con sus productos, formas tradicionales de cultivo y métodos de elaboración. Por lo mismo el símbolo
que adopta este movimiento es de un caracol, conocido por su lentitud no por
baboso.
Entre los
principios básicos esta el otorgar dignidad cultural a todo lo relacionado con
la comida y la alimentación. Individualizar los productos alimenticios y modalidades
de producción ligados a un territorio, en respeto a la biodiversidad y ligado a
un territorio. Elevar la cultura alimentaria de la población, con el objeto de
lograr la plena conciencia del derecho al placer y al gusto y no solo lo
nutricional. Y promover de una calidad de vida distinta, basada en el respeto
al ritmo y tiempo natural, al ambiente y la salud de los consumidores.
No confundir
los “antojitos”, de los cuales la cultura mexicana es rica, con la comida
rápida. Los antojos se llaman así porque cumplen con el propósito del placer al
paladar. Se comen con gusto, con tiempo y ganas de explorar sabores.
Aunque
esta vida es cada vez más rápida, siempre va haber tiempo para sentarse a la
mesa y tomarse el tiempo para sentir. Siempre recordando que la mejor comida,
es la que se puede comer en paz.
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