Breve historia
de un alimento que muy versátil, las papas. En algún punto de nuestra corta
existencia todos a por lo menos así lo aseguran, todos vamos a comer alguna
variedad de papa, preparada de una de sus tantas formas. Y como siempre ando de
ocioso y sin quehacer por el mundo, se me ocurrió buscar y preguntar el origen
de dos de las formas más comunes de su consumo: las papas fritas y las papas a
la francesa.
Que en un término
estricto las dos son fritas pero la forma es lo que al final las define, son
esas pequeñas sutilezas que hacen una gran diferencia.
Entonces empezamos
con la papas a la francesa que aun no es tan cierto su origen. Cuenta el cuento
que la autoría se la pelean entre los franceses y los belgas. A primera
instancia uno diría que si se llaman “a la francesa” pues son de Francia, pero
en Bélgica tienen una tradición del consumo de la papa, mucho más arraigado que
los franceses. Obvio que en los países que
se disputan su origen no se conocen como “papas a la francesa” sino como “friteries”.
Existe una diferencia
grande en cuanto a la forma de elaboración de las papas belgas contra las papas
francesas. Los belgas fríen las papas a 160°C por un tiempo, se escurre el
exceso de grasa y luego se les da una segunda pasada por aceite pero ahora a
180°C. Los franceses solamente hacen el primer paso.
El nombre
probablemente proviene por los soldados norteamericanos, durante la Segunda
Guerra Mundial, cuando llegaron por el occidente Flandes (Bélgica) que hablan francés,
así que adoptaron el nombre por el idioma.
Por otra parte
las papas fritas datan de 1853 en Saratoga Springs, Nueva York. La autoría de un chef
llamado George Crum. Y todo empezó parque un comensal, al parecer de sangre
pesada y muy exigente, le reclama al chef que sus papas con demasiado gruesas y
que su textura era aguada.
Crum en afán de
fastidiar a este personaje cuyo nombre la historia no registro, corta las papas
en rodajas muy finas y delgadas, lo mas que se podía en aquellas época con el
uso exclusivo de un cuchillo de cocina, y en vez de cocerlas en una sartén, se
le ocurrió sumergirlas en aceite.
Y todo con el propósito
de que fuera imposible tomar aquellas papas con el tenedor. Hay que recordar
que tomar los alimentos sin la ayuda de los utensilios adecuados y apropiados,
se consideraba de mala educación.
La historia
final es de suponerse, las papas de la venganza resultaron todo un éxito hasta
nuestros días. El chef Crum nunca vio ganancias de su invento, ya que jamás se
preocupo por patentar o registrar sus papas fritas.
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