lunes, 2 de abril de 2012

De los juegos o de no gastar dinero


Los juegos tradicionales mexicanos, al igual que muchas tradiciones, parece que están condenadas a la extinción. ¿Por qué? por muchos y muy variados motivos los niños de hoy desconocen toda una serie de juegos y diversiones con las que solíamos jugar los mayores, además de ser divertidas, muy entretenidas  y despertaban la imaginación al igual que promovían la actividad física, eran muy baratas ya que no se requería de mucho para poder jugar más que unos cuantos insumos (cuerdas, papel, gises).

Hoy en día la vida activa y las condiciones actuales no permiten que los niños puedan jugar con tranquilidad en las calles de la cuidad, la vida de los infantes esta suprimida a espacios cerrados y con constante vigilancia.

Todavía recuerdo que cuando era niño, después de hacer la tarea de la escuela podía salir a la calle a jugar con la sola condición de que llegar a tiempo a cenar, para después alistar mis útiles escolares y darse un baño antes de dormir.

Recordando y haciendo un esfuerzo neuronal, además de preguntar a contemporáneas, solamente pudimos recordar los siguientes juegos, no recuerdo haber jugados todos, pero sí recuerdo haberme divertido mucho. Y sin más preámbulo y en orden alfabética  le comparto mis juegos de niño: Anillo, avión, beli, bote pateado, botella, brinca la cuerda o reata, bríncate burro, burro castigado, burro flete, coleadas, cebollitas, chicote, chinche al agua o chinchilagua, cuadrito o cuadito, encantados, escondidas o escondidillas, la roña o tú la traes, las comadres, listones, ollitas o jarritas de atole, marinero que se fue a la mar, palmas, piedra-papel-tijera, piñata, pitacocha, policía a buscar caco, policías y ladrones, quemados, rescate, resorte, robar pareja, rueda de San Miguel, stop, teléfono descompuesto, tochito, yo lo tengo y zapatero. Son de algunos juegos que recuerdo.

Pero si por alguna razón había un empate, todo se decidía en un de tin marin de do pingüe, con un volado y hasta con un zapatito blanco, pero siempre podías recurrir como método de acabar una disputa con piedra-papel-tijera (este juego servía para varias cosas).

Y no termina aquí el asunto todo perdedor tenía que tener un castigo, justo o no, pero siempre inofensivos. Entre los castigos más comunes era dar una prenda, o la cadenita, siete cruces o semana inglesa.

No importa si no recuerdan todo, lo importante es lo que no dieron esos juegos y la preservación de estos no solo conservaría vivas muchas de nuestras tradiciones, sino que les daríamos a nuestros hijos una visión muy diferente de lo que ellos entienden como diversión. 

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