sábado, 14 de abril de 2012

De las alas rotas o un recuerdo de mi imaginación


Anoche volví a soñar con una tierra que no conozco y en mis sueños es real y que comparto con la memoria de mi abuelo, de mi raza, de mi familia. Con todo mi narrativa no encontré mas palabras que las de Gibran Jalil Gibran y su libro “Alas rotas”.

Y esto es lo que soñé, que no lo entiendo pero que si lo siento.

“Vecinos míos, vosotros recordáis. Con placer la aurora de vuestra juventud, y lamentáis que haya pasado; pero yo recuerdo la mía como un prisionero recuerda los barrotes y los grilletes de su cárcel. Vosotros habláis de aquellos años entre la infancia y la juventud como de una época de oro, libre de confinamientos y de cuidados, pero aquellos años. Yo los considero una época de callada tristeza que caía como una semilla en mi corazón, y crecía en él; y que no encontraba salida hacia el mundo del conocimiento y la sabiduría, hasta que llegó el amor y abrió las puertas de mi corazón, e iluminó sus recintos.

El amor me dio lengua y lagrimas. Seguramente recordáis los jardines y los huertos, las plazas públicas y las esquinas que presenciaron vuestros juegos y oyeron inocentes cuchicheos; yo también recuerdo hermosos parajes del norte del Líbano.

Cada vez que cierro los ojos veo aquellos valles, lleno de magia y dignidad, cuyas montañas, cubiertas de gloria y grandeza, trataban de alcanzar el cielo. Cada vez que cierro mis oídos al clamor de la cuidad, oigo el murmullo de aquellos riachuelos y el crujido de aquellas ramas. Todas esas bellezas a la que me refiero ahora, y que ansío volver a ver como niño que ansía los pechos de su madre, hicieron mi espíritu, prisionero en la obscuridad de la juventud como el halcón que sufre en su jaula al ver una bandada de pájaros que vuela libremente por el anchuroso cielo. Aquellos valles y aquellas montañas pusieron el fuego en mi imaginación, pero amargos pensamientos tejieron en torno mi corazón una red de negra esperanza.  
Cada vez que iba yo a pasear por aquellos campos volvía decepcionado, sin saber la causa de mi decepción. Cada vez que miraba yo al cielo gris sentía que el corazón se me encogía. Cada vez que oía yo el canto de los pájaros y los balbuceos de la primavera, sufría, sin comprender la razón de mi sufrimiento. Dicen que la simplicidad hace que un hombre sea vacio, y que ese vacío los hace despreocupado…
La soledad es el aliado de la tristeza y el compañero de la exaltación espiritual. El alma del muchacho que siente que el beso de la tristeza es como un blanco lirio que empieza a  desplegar sus pétalos. Tiembla con la brisa, abre su corazón en la aurora, y vuelve a cerrar sus pétalos al llegar las sombras de la noche…

Tal tristeza que me obsesionaba en mi juventud no era por falta de diversiones, porque si hubiera querido las habría tenido; tampoco era por falta de amigos, porque habría podido tenerlos. Tal tristeza obedecía a un dolor interno que me impulsaba a amar la soledad. Mataba en mí la inclinación a los juegos y a las diversiones, quitaba de mis hombros las alas de la juventud, y hacía que fuera yo como un estanque entre dos montañas, que refleja en su quieta superficie las sombras de los fantasmas y los colores de las nubes y de los árboles, pero que no puede encontrar una salida, para ir cantando hacia el mar. Tal era mi vida antes de que cumpliera yo dieciocho años. El año que los cumplí es como la cima de una montaña en mi vida, porque despertó en mí el conocimiento, y me hizo comprender las vicisitudes de la humanidad. En ese año volví a nacer, y a menos que una persona vuelva a nacer, su vida seguirá siendo una hoja en blanco en el libro de la existencia. En ese año vi a los ángeles del cielo mirarme a través de los ojos de una hermosa mujer. También vi los demonios del infierno rabiando en el corazón de un hombre malo.

Aquel que no ve a los ángeles y a los demonios en toda la belleza y en toda la malicia, de la vida estará muy lejos del conocimiento, y su espíritu estará ayuno de afecto.”

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