Anoche volví a
soñar con una tierra que no conozco y en mis sueños es real y que comparto con
la memoria de mi abuelo, de mi raza, de mi familia. Con todo mi narrativa no encontré
mas palabras que las de Gibran Jalil Gibran y su libro “Alas rotas”.
Y esto es lo
que soñé, que no lo entiendo pero que si lo siento.
“Vecinos míos, vosotros recordáis. Con placer la
aurora de vuestra juventud, y lamentáis que haya pasado; pero yo
recuerdo la mía como un prisionero recuerda los barrotes y los
grilletes de su cárcel. Vosotros habláis de aquellos años entre la
infancia y la juventud como de una época de oro, libre de confinamientos y de cuidados,
pero aquellos años. Yo los considero una época de callada
tristeza que caía como una semilla en mi corazón, y crecía en él; y que no
encontraba salida hacia el mundo del conocimiento y la sabiduría, hasta
que llegó el amor y abrió las puertas de mi corazón, e iluminó sus recintos.
El amor me dio
lengua y lagrimas. Seguramente recordáis los jardines y los huertos, las plazas
públicas y las esquinas que presenciaron vuestros juegos y oyeron inocentes
cuchicheos; yo también recuerdo hermosos parajes del norte del Líbano.
Cada vez que
cierro los ojos veo aquellos valles, lleno de magia y dignidad, cuyas montañas,
cubiertas de gloria y grandeza, trataban de alcanzar el cielo. Cada vez que
cierro mis oídos al clamor de la cuidad, oigo el murmullo de aquellos
riachuelos y el crujido de aquellas ramas. Todas esas bellezas a la que me
refiero ahora, y que ansío volver a ver como niño que ansía los pechos de su
madre, hicieron mi espíritu, prisionero en la obscuridad de la juventud como el
halcón que sufre en su jaula al ver una bandada de pájaros que vuela libremente
por el anchuroso cielo. Aquellos valles y aquellas montañas pusieron el fuego
en mi imaginación, pero amargos pensamientos tejieron en torno mi corazón una
red de negra esperanza.
Cada vez que
iba yo a pasear por aquellos campos volvía decepcionado, sin saber la causa de
mi decepción. Cada vez que miraba yo al cielo gris sentía que el corazón se me encogía.
Cada vez que oía yo el canto de los pájaros y los balbuceos de la primavera,
sufría, sin comprender la razón de mi sufrimiento. Dicen que la simplicidad
hace que un hombre sea vacio, y que ese vacío los hace despreocupado…
La soledad es el aliado de la
tristeza y el compañero de la exaltación espiritual. El alma del
muchacho que siente que el beso de la tristeza es como un blanco lirio que
empieza a desplegar sus pétalos. Tiembla con la brisa, abre su corazón en la
aurora, y vuelve a cerrar sus pétalos al llegar las sombras de la noche…
Tal tristeza que me obsesionaba en mi juventud no era
por falta de diversiones, porque si hubiera querido
las habría tenido; tampoco era por falta de amigos, porque habría podido
tenerlos. Tal tristeza obedecía a un dolor interno que me impulsaba a
amar la soledad. Mataba en mí la inclinación a los juegos y a las diversiones,
quitaba de mis hombros las alas de la juventud, y hacía que fuera yo como un estanque entre dos montañas, que refleja en su
quieta superficie las sombras de los fantasmas y los colores de las nubes y de
los árboles, pero que no puede encontrar una salida, para ir cantando hacia el mar.
Tal era mi vida antes de que cumpliera yo
dieciocho años. El año que los cumplí es como la cima de una montaña en mi
vida, porque despertó en mí el conocimiento, y me hizo comprender las
vicisitudes de la humanidad. En ese año volví a nacer, y a menos que una
persona vuelva a nacer, su vida seguirá siendo una hoja en blanco en el
libro de la existencia. En ese año vi a los ángeles del cielo mirarme
a través de los ojos de una hermosa mujer. También vi los demonios del infierno
rabiando en el corazón de un hombre malo.
Aquel que no ve a los ángeles y a los demonios en toda
la belleza y en toda la malicia, de la vida
estará muy lejos del conocimiento, y su espíritu estará ayuno de afecto.”
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