Las oficiosas amigas
de una señora le dijeron: “Hemos sabido que tu marido anda persiguiendo
muchachas jóvenes”. “No me preocupa eso -responde con toda calma ella-. También
los perros persiguen a los coches, pero no se les pueden subir”…
Afrodisio, galán proclive
a cosas de libídine, le dijo a su novia: “Como tú sabes, soy un vendedor.A mis
clientes les doy muestras para cerrar la operación. Si quieres que nos casemos,
tú también debes darme una muestra”. Responde la muchacha: “Muestras no te
puedo dar, pero referencias, todas las que quieras”…
El señor y su esposa
hacían un viaje en tren. Cada uno en su litera, se disponían a dormir. De
pronto dice ella en la oscuridad del vagón: “Leovigildo: un hombre quiere
meterse en mi litera”. “Calla, mujer, y déjame dormir -responde el señor entre
dormido y despierto-. Ha de ser tu imaginación”.A la mañana siguiente el hombre
le dice a su esposa: “Te ves cansada y ojerosa, Burcelaga. Debes haber dormido
mal”. “Sí -contesta ella-. Toda la noche tuve encima a mi imaginación”…
Al terminar el primer
trance de amor en la noche de bodas el novio pregunta a la muchacha: “¿Te
gustó, Rosibel?”. Responde ella: “Me hiciste recordar un programa de radio”.
“¿De veras? -dice él con mucho interés-. ¿Cuál?”. Contesta Rosibel: “La Hora
del Aficionado”…
La señorita Peripalda les preguntó a los niños de la doctrina: “¿A dónde
van las niñas y los niños buenos?”.Contestó Rosilita sin dudar: “¡Al Cielo!”. Volvió a preguntar la catequista: “Y las niñas y los
niños malos ¿a dónde van?”. Pepito levantó la mano y respondió, también sin
vacilar: “¡A la parte de atrás de la iglesia!”…
En el manicomio
andaban siempre juntos un loquito y una loquita. Los dos tenían en la cara un
permanente gesto de preocupación.“Se creen Adán y Eva -le explicó el director a
un visitante-, y se la pasan pidiendo disculpas a todos por los problemas que
causaron con lo de la manzana”…
Al detective del
hotel le pareció que la jovencita que llegó con el maduro caballero no era
mayor de edad. Los siguió hasta la habitación. Lo que vio al llegar lo dejó
lleno de asombro: el hombre y la muchacha estaban sentados en el suelo, junto a
la puerta del cuarto, sin entrar. Él se entretenía en resolver un sudoku, y
ella leía una revista de espectáculos. Desconcertado, le preguntó el detective
al señor: “Dígame usted: esta joven ¿tiene ya 18 años de edad?”.El maduro
caballero consultó su reloj, y respondió luego con una gran sonrisa: “Según su
acta de nacimiento, que consulté ayer, los cumplirá exactamente dentro de 10
minutos 11 segundos”…
Gracias a Don Armando
Fuentes Aguirre
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