martes, 8 de noviembre de 2011

De la esperanza o de la mentira maldita

La Mentira es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa. Hay gente que de manera sistemática y sin recato alguno, han hecho de ésta una forma de vida; definitivamente el nace marrano, muere cochino. El hecho de tratar de ganar ventajas sobre los demás a base de verdades a medias o mentiras, se ha instituido en la vida pública y política del país. Y al parecer no hemos podido poner un alto al tan cantidad y sarta de mentiras, lo único que nos podría quedar es como le hacían en el pueblo, a marrano mañoso, lazo corto.  

Y pese a que las mentiras están mal vistas, se ve como normal considerar que hay mentiras peores que otras. San Agustín distingue ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa (y luego porque uno anda creyendo babosada y media); las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y si ayudan a alguien (si la ayuda es personal, entonces si conoce algún político sabe de qué estoy hablando) ; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en  un discurso (muy útiles cuando uno está casado, Me veo gorda con este vestido”, “No, te ves muy bien”); la mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien( ejemplo: así estaba cuando Yo llegue); y las mentiras que no hacen daño y protegen la “pureza” de alguien (principalmente de las jóvenes cuando se van de viaje con los novios, “Te lo juro papá que dormimos en camas separadas).

Parecería que el marrano más trompudo, se lleva la mejor mazorca.

La confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea, se va perdiendo, la esperanza en la humanidad como tal se va diluyendo poco a poco, con el contar de las mentiras. El objeto o persona en a la  cual se confía para obtener lo que se desea, se ve disminuida a borbotones. El infierno es esperar sin esperanza alguna.

Con una mentira suele irse muy lejos, sin la esperanza de regresar. Nos tragamos la mentira que nos adula y bebemos a gotas la verdad que nos amarga. No hay esperanza al condenado del suplicio. Vivimos con esperanza y temor, parecerían ser hermanos siameses, siempre juntas, siempre unidos, siempre una de la otra, no hay temor sin esperanza. Vivimos con la esperanza del “Padre Nuestro”, temiendo la mentira de la “Mentada de madre”.

Frases como “Ahorita te llamo”, “Mañana te pago”,  “¿Qué tanto es tantito?” y “La ultima y nos vamos” son parte de nuestro diario escuchar. Esto me recuerda una vez de niño, mi abuelo nos contaba su historia de juventud y él decía:
-“Niños cuando yo era joven era cazador, entonces un día iba caminado en la selva con una escopeta doble. Detrás de mí se movían unos arbustos, di un giro de 180 grados y tenia frente de mi ¡a un león!, y ya tenía sus pelos en mi cara...”
Cuando en ese momento paso mi abuela y le dijo: “Ay, otras vez espantando a los niños”.
Y contesto “No, no los espanto” y continúo “A ver hijos ¿En que me quede? A lo cual contestamos  “En que tenías sus pelos en la cara”.
Y mi abuelo dice “Entonces que la tomo por la cintura….”

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