Erase una vez…. Creo que todas y cada
uno de las historias que alguna vez escuche de niño empezaban así. Erase una
vez, es un frase que aún el día de hoy me hace imaginar un mundo mágico donde
todo es posible. Esos mundos increíbles donde todo podría cobrar vida, ya fuera
un árbol, una montaña, el agua podía ser un fantástico ser, donde todo era
viable y todo podía ser cierto.
Y no era solamente “Erase una vez”
sino que todavía en otras tantas historias todavía se agregaba “en un reino
muy, muy lejano”. Muy, muy lejano siempre escucho maravilloso, era como una
llave para la imaginación. Nunca supe la distancia en la que se medía lo muy lejano, pero ha de ver sido muy lejos, ya
que todo lo que describían las historias no se parecía a nada de lo que yo
había visto hasta ese momento.
Siempre pasara lo que pasara al final
no importando la situación, ya fuera el héroe o la heroína del cuenta
encontraba el camino correcto y vencía todos y cada uno de los obstáculos; que
importaba si era un cruel villano, una bruja hechicera o un feroz dragón. Todo
me encantaba de los cuentos, todo hasta el punto donde terminaba la historia y
el narrador decía “y vivieron felices para siempre”.
Y ¿vivieron felices para siempre? ¿Realmente
que paso con todas las bellas princesas de los cuentos? ¿Qué paso con todos los
apuestos príncipes? A medida que uno va creciendo la vida se encarga de dar las
respuestas a estas preguntas. Las princesas al verse una vez desposadas de su príncipe
azul y sin la necesidad de mantener un régimen estricto de ejercicio y dieta,
al fin y al cabo ya está muerta la madrastra que les hacia la vida imposible;
pues ya tiene tiempo de relejarse. Un poco de gorditos por aquí, otras tantas
acumulaciones de grasa por allá. Que tanta
es algo de celulitis y una que otra estría. Las arrugas se empiezan hacer
presentes y más en la noches cuando desprovistas de su capa de maquillaje, sale
a relucir su verdadero rostro.
Al príncipe le salió algo o mucha de
panza, también dejo de ir al gimnasio; se le cayó el cabello, ya no tiene
aquella blonda cabellera sedosa y ahora se conforma con su corona real para tapar la real corona que tiene
ahora en su cabeza. Ya no es tan romántico, ni tan atento como lo era antes y
para colmo de males prefiere pasar mas tiempo con los animales del bosque que
en su casa, sin contar que eso de los gases es cada vez más común y como que huelen un poco más.
Llegaron los hijos y con ellos los desvelos y
la preocupaciones. Aquella pareja enamorada en vez de dedicarse a su amor,
ahora se decida a cambiar pañales y preparar biberones. Ya no están de tan buen
humor como lo estaban antes. Los hijos van creciendo y ya no les queda la ropa
ni los zapatos. Necesitan uniformes nuevos y se tiene que surtir la
interminable lista de útiles escolares y pagar las cuotas voluntarias además de
la inscripción y las mensualidades.
Se acumularon los recibos de luz,
agua, teléfono, el carruaje necesita ruedas nuevas y los caballos no están tan
nuevos y cada vez comen más paja. Los domingos a casa de los abuelos; el fin de
semana aprovechar a comprar los vivieres en el mercado. Y las discusiones
eternas en donde pasar las fiestas de navidad y año nuevo.
Sí, creo que al final si podemos vivir felices para siempre.
Colorín colorado este cuento se ha
acabado.
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