sábado, 15 de septiembre de 2012

De compartir o de estar juntos


Con este escrito cumplo 365 días escribiendo de manera ininterrumpida, queda todavía uno más para completar esta aventura que en un arranque de locura se me ocurrió en mi soledad sentado frente a la computadora portátil en una mesa de café.

Por 365 días he compartido mis memorias, mis temores, mis fobias, mis alegrías y mis estupideces. He aprendido a desarrollar el disfrute de saberme capaz de compartir mis sentimientos con los demás.

Para poder desarrollar la compasión y la empatía con nuestros semejantes hay que ser capaces de compartir el sufrimiento y las alegrías con los demás.

A media que fui descubriendo el gozo que representa el compartir, entiendo que lo correcto es compartir para que otros también lo disfruten. En un ejercicio pleno de dar y de evitar a toda costa el egoísmo, saber compartir hace que otros también entiendan la importancia de ello, para que a su vez tengan la oportunidad de compartir con lo demás.

He ejercido con toda libertad mi libre albedrío y si alguna vez omití algo, fue también ejerciendo tal derecho. Elegí dar lo mejor de mí mismo libremente. Elegí darme por un año al mundo, sin saber ni esperar nada a cambio.

En cada uno de nosotros existe una fuente divina que de saberla manejar podemos dar un paso hacia la generación de felicidad en otros, como es el caso de compartir todo aquello que consideramos alegría, y ¿Por qué no? También todo aquello que nos aqueja; en el mundo siempre habrá ángeles o mensajeros dispuestos a entregarnos su sabiduría a través de los palabras de los demás.

Yo por mi parte encontré no uno, sino varios seres de luz que me acompañaron a lo largo de esta aventura. En especial Flavia, que supone mediar con mis incongruencias, locuras, desesperaciones, bufonerías, mamarrachadas, y de vez en cuando uno que otro chispazo de inteligencia. Tuvo, y tiene, la paciencia para escucharme largas horas diciendo demencia y media acerca de los temas que iba a escribir para el día siguiente.

En este ejercicio de compartir, hoy sé que soy una mejor persona, que el hecho de compartir con los demás, me hizo saber no solamente entregar, sino también recibir. Hoy se escuchar un poco mejor a los demás, y especialmente a Flavia. En este año entendí más sobre ella de lo que nunca me hubiera podido imaginar. Mi cariño, admiración y respeto por su persona, no tiene límites.  Al día de hoy, somos una pareja más plena.

Si logramos que nuestro diario vivir, tuviéramos la intención de siempre ser mejores, disfrutar el momento, saber compartir la vida y sobre todo, poder conectarnos con nuestra fuente interna de felicidad y lograr compartir esto con los demás, no que queda ninguna duda, que estaremos en el camino correcto principalmente en lo que se refiere a dar.

Intente por un este tiempo abrir mi alma, hoy lejos de lo que me imagine, termino fortalecido y nunca vulnerable. Hice lo que hice con gusto. Pero siempre me quedo la duda si realmente  todo el tiempo “¿No sé lo que dije?”, pero ni modo “Ya lo dije”. 

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