El miedo a
volar es uno de los miedos que a veces nos atrevemos a confesar, yo soy uno se
eso que tiene sus reservas al subirme a un avión. No importa cuántas veces me
haya subido algún avión, siempre me pongo nervioso. Además es normal, los
cielos no constituyen un medio natural para los humanos y los miedos se
multiplican por múltiples causas.
Pensándolo
bien, el mar tampoco me gusta mucho que digamos, no tengo escamas ni agallas
para sobrevivir en un medio acuoso, aunque existan algunas teorías evolutivas
que la vida proviene del agua; mi vida proviene del vientre de mi madre y
estaba conectado a un cordón umbilical que me proveía de oxigeno, pero esto
solo fue temporal, desde que nací ya no hubo necesidad de proveerme de
nutrimentos y oxigeno de una forma que no fuera por mis propios medios.
Alguna vez Gabriel García Márquez dijo: “El único miedo que los
latinos confesamos sin vergüenza, y hasta con un cierto orgullo machista, es el
miedo al avión. Tal vez porque es un miedo distinto, que no existe desde
nuestros orígenes, como el miedo a la oscuridad o el miedo mismo de que se nos
note el miedo. Al contrario: el miedo al avión es el más reciente de todos,
pues sólo existe desde que se inventó la ciencia de volar, hace apenas 77 años.
Yo lo padezco como nadie, a mucha honra, y además con una gratitud inmensa,
porque gracias a él he podido darle la vuelta al mundo en 82 horas, a bordo de toda
clase de aviones, y por lo menos diez veces. No; al contrario de otros miedos
que son atávicos o congénitos, el del avión se aprende. Yo recuerdo con
nostalgia los vuelos líricos del bachillerato, en aquellos aviones de dos
motores que viajaban por entre los pájaros, espantando vacas, asustando con el
viento de sus hélices a las florecitas amarillas de los potreros, y que a veces
se perdían para siempre entre las nubes, se hacían tortillas, y había que salir
a media noche a buscar sus cenizas del modo más natural: a lomo de mula.”
Alguien me recomendó que si compartía mis miedos, estos iban a
disminuir, no a desaparecer, pero si me ayudaría a mitigar un poco la
preocupación. Pues le tengo una noticia para aquel buen samaritano, a unas
horas de tomar mi vuelo, los mendigos nervios siguen siendo los mismos o
peores, sabía que no debería de haber visto ese estúpido documental sobre
accidentes aéreos.
Una vez que hice un viaje en avión de varias horas y tenia de
compañero de vuelo a un sacerdote. Y que en medio de una tormenta el avión se
empezó a estremecer de una forma poca usual. Al ver el padre mi cara de
preocupación, más bien de terror. Voltea y me dice “Digamos una oración para
que Dios nos lleve al cielo”. A lo cual conteste “Si padre, pero por favor, oremos
rápido, porque vamos en sentido contrario.”
Mi vida!! Tu tranquilo que iré a tu lado contandote de todo para que sea más fácil el trayecto!! Te amo!!!
ResponderEliminarYa se, yo no se porque ultimamente que viajo tanto en avion como en camion me mareo bastante, ni con el dramamine.
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