domingo, 25 de septiembre de 2011

Del desvarío o de la resaca del ajenjo

¿Por qué cuesta trabajo hacer lo correcto? Y ¿Por qué cuando hago lo correcto la boca sabe a cenicero de una borrachera anterior? ¿Qué extraña fuerza me motiva a seguir haciendo lo que hago sin poder detenerme? ¿Acaso de veras soy un pobre instrumento? ¿O mi voluntad es tan débil que sucumbo ante el primer embate?

¿Cómo lidian las demás gentes con sus demonios internos? Voces que hablan y dicen y no se callan. Día y noche, noche y día. Las escucho por la izquierda, siempre por la izquierda. Volteo y no veo nada, solo es el viento que murmura, por la izquierda, siempre por la izquierda.

Súcubo equivocado, en un cuerpo mal formado. Me hablas, me seduces, vuelves a susurrar al oído, por la izquierda, siempre por la izquierda. Obscura, distante, enferma. Amiga de la penumbra, colocas por tus pasos muy despacio, sigilosa, calculadora, discreta, reservada.

Mujer indigna maculada, exasperante, fundida en cólera, viseras errantes. Tentadora de pasiones, vendedora de ilusiones. Carne putrefacta, pútrida alma, espíritu corrupto, inmunda esencia. Olvido perpetuo, tristeza perene, soledad eterna.

Nunca lo he hecho y jamás lo volverá hacer.

Resaca de la memoria, cruda de la conciencia, atroz remordimiento, rebote de razón. ¿Qué fue lo que paso? Otra vez visite a Abadón. Ángel sin luz, embotellado con alcohol. Bebida virtuosa y mentiroso. Maldito licor, graciosa salida. Evasión de los sentidos. Nocturna interminable, diurna implacable.

Mareo constante del mundo envuelto en terciopelo. Zumbido en los oídos, martilleo del tímpano. Nausea, vomito, vértigo, expelo por la boca todo el resto. Boca seca sin estupo ni pudor. Dolor de cabeza, sinapsis en cadena. Disforia trascendental, malestar general.

No lo vuelvo hacer, al duende verde, no lo quiero volver a ver.

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