martes, 27 de septiembre de 2011

De un adiós o cuando la despedida es inevitable

A medida que transcurre la vida, nos vemos obligados a enfrentar el proceso del adiós. La vida cambia y las condiciones ya no son las mismas. Esto es algo para lo que a nadie nos preparan, si tal vez tenemos algo de conciencia o de conocimiento de que tarde que temprano un evento así va a suceder. Nadie ha vuelto del más allá para entrenarnos para lo que sigue. Por lo menos yo no conozco a nadie.

Ya sé que hay tanatólogos, por no confío en ellos. Para empezar están vivos, por lo tanto no saben lo que es estar muerto. Entonces ¿Cómo saben lo que dicen? Pero bueno, ese no es el tema.

Aquí es donde se supondría que me pongo a filosofar y decir cosas transcendentales y que la vida es bella, y solo por oír las ranas cantar vale la pena y todo eso en tono más que positivo que usualmente acompañan a estos temas que son por demás. Pues no ahora no me da la gana decir cosas tristes, sino lo bueno que puede acarrear la muerte de alguien.

El primer gran beneficio, es no tener que pagar deudas ni impuestos, y como diría mi abuelo, realmente mi abuelo no tenía un refrán para esta ocasión, pero sé que algo diría al respecto. Nunca se quedaba callado. Todavía no está permitido una oficina de Hacienda en el más allá. Por eso pórtense bien, los contadores y los cobradores se van al infierno, incluye personal bancario.

Otro beneficio es la liberación del cónyuge, uno promete amor ante el altar hasta que la muerte nos separe, aplica restricciones, favor de leer la letra pequeña del contrato. Ahora si esto no es cierto, hagan sus reclamaciones con las debidas autoridades.

Si eres católico, apostólico y romano, tienes ventaja sobre varias religiones. A mí me enseñaron que ya estaban pagados mis pecados. Cosa curiosa, ni conciencia tenia de lo que era el pecado, ni que hubiera un pecado original y mucho menos que existieran pecados capitales y mortales; lo idea es que alguien pago la cuenta por adelantando. Y mi padre confesor, me dijo que yo solamente tenía que arrepentirme de mis pecados. Ahora que si esto es insuficiente, hay religiones que no tienen infierno.

¿Qué gracia? Si ya hubo un pecado original, entonces todos los pecados que cometí no son más que un plagio o Adán y Eva ya los habían hecho.

Ahora sí, “muerto el perro, se acabo la rabia” y como “lo bailado nadie me lo quita”, ni modo “ya ni llorar el bueno”. Eso ni que ni que.

Y como dirían en mi pueblo, “goce la vida, goce ahorita, antes de que se haga viejita”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario