Ya sé que dije que no iba a escribir los domingos pero esta vez me dio la gana.
Lo que no puedo entender, usualmente me termina por darme un malestar estomacal que no me lo quieta ni la pectina, ni mucho menos el bicarbonato. Me duelen los entresijos, se me inflama las viseras y pierdo parte de la mucosidad que me recubre el estomago.
Al final ella puede caminar, pero no es lo relevante, sino a donde fue el primer lugar donde quiso ir. Fue a misa, si a misa!!! Fue a darle gracias a Dios por el milagro de estar viva. Bajo condiciones normales en esa época no daba más de diez pasos, pero son más de 30 pasos al altar. Obviamente acompañada de la mano de alguien.
¿Cuál fue esa fuerza que la hizo levantarse? Si vieran su cara de, realmente no sé, si de alegría por dar unos pasos hacia el cura para tomar la hostia o una muesca de dolor en su cara por mover las piernas después de meses de inactividad. Hay más todavía, su rostro trasformado de regreso a su asiento, con los ojos llenos de agua, igual todavía no se, si por el jubilo del deber cumplido o la agonía de una caminata interminable.
Dios pudo lo que la medicina no. ¿En qué momento el espíritu santo le susurro al oído? No tengo ni la más minina idea. En todo momento aferrada a un rosario de madera, creo o de algún otro material que no lo hace ni más ni menos milagroso.
Al final pudo más la fe. No sé cómo funciona, me sigue doliendo el estomago.
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